Educar a un niño no es cosa sencilla, sin embargo, como padres, debemos armarnos de un arsenal de ideas, herramientas, estrategias, negociaciones y toda una gama de habilidades para lograr su fortalecimiento como persona.
Dentro de todas esas pericias, por lo general aparece el chantaje, una palabra cuyo significado es la presión ejercida sobre otra persona para sacar provecho de ella o alcanzar algo en favor nuestro. En el caso de la educación de un niño, esta es una práctica tan común que muchas veces se hace de forma inconsciente o llega a parecer que está bien, y que no traerá consecuencias en la salud emocional o psíquica del niño. Por cierto, ¿Conoces lo que es la escucha activa?
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El chantaje a larga crea una personalidad débil
Realmente el chantaje, a la larga, puede socavar las bases emocionales del niño y, en el futuro, seremos copartícipes y responsables de haber formado a un individuo de personalidad débil, con inseguridades y lleno de carencias.
Bebés y niños chantajistas
Es común escuchar que los bebés manipulan con el llanto para lograr lo que naturalmente necesitan, como la alimentación, abrigo o compañía. Estos serían los primeros signos del chantaje desde el bebé hacia los padres, y más adelante, en la medida en que crece, descubre que los adultos atienden ya no a sus necesidades, sino sus caprichos cuando lloran, insisten o arman berrinches.
Por lo general, los padres atienden sus exigencias para evitar “espectáculos” en público, y así van logrando sus objetivos con esa forma de chantaje. Lo malo de esta actitud es que al ser complacido la primera vez, el niño va a usar esta misma forma de manipulación de ahí en adelante, con el agravante de que las exigencias van escalando.
Hoy un juguete, mañana más atención.
Así, si hoy el niño consiguió un juguete gracias al berrinche, más adelante conseguirá atención y complacencia en otras pretensiones, hasta imponer sus propias reglas como el horario de ir a dormir, comer, bañarse o cepillarse los dientes. Y ya no será el berrinche su forma de chantaje, sino otras “razones” como no hacer los deberes “si no me compran tal o cual cosa”, “no ordenaré mi cuarto si no me dejan quedar en casa de mis amigos”, etc.
Desde pequeños ellos entienden el resultado de la manipulación y el chantaje, y su efectividad hace que mantengan esa conducta, lo cual traerá consecuencias emocionales que intervendrán en su entorno.
¿Qué pasa cuando el chantaje proviene de los padres hacia el niño?
Aunque no se perciba de manera inmediata, el chantaje emocional trae consecuencias, y el niño puede padecer de miedos (a estar solo, a no ser querido o a ser abandonado).
El niño que sufre el chantaje de los padres se siente culpable e inseguro, pues necesita la aprobación de sus papás en todo lo que haga; puede sentirse humillado y hasta irascible, al no saber cómo manejar una situación determinada, producto de la misma inseguridad.
¿Qué podemos hacer para evitar el chantaje en la educación de los niños?
Lo primero que se debe tener presente es el valor de la palabra; es decir, los padres deben mantener la decisión que tomen con respecto a determinada situación. Por ejemplo, si la regla es acostarse temprano, no ceder en esta regla aunque el niño suplique, llore o arme un berrinche.
No temer a hacer cumplir las decisiones, especialmente con respecto a la alimentación, evitar las frases
“si no te comes todo no habrá postre”
y cambiar el mensaje por
debes comerte todo por tu salud y tu crecimiento
Otra forma es educarlos mediante el ejemplo, actuar de la manera como nos gustaría que el niño actuara en algún contexto. Conversar acerca de las normas del hogar y los límites, pues la comunicación es la base de toda relación sana.
Cada decisión que se tome debe ser explicada y sustentada, de manera que el niño la atienda de manera racional y no emocional, sin sentir que debe obedecer “porque sí”.